¿La voluntad de Dios?
“Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí”. - 2 Co.12:8
El pedido de oración escrito de puño y letra por esta mujer era desgarrador porque parecía algo imposible: «Por favor, oren. Tengo esclerosis múltiple, debilidad muscular, problemas para tragar, dolores crecientes y pérdida de visión». El cuerpo de la mujer estaba derrumbándose, y pude percibir su desesperación en aquel ruego por intercesión.
Pero después, apareció la esperanza; esa fuerza que triunfa sobre las tragedias y la degradación física y ella dijo: «Sé que nuestro bendito Salvador tiene el control. Su voluntad es lo más importante para mí».
Tal vez esa mujer necesitaba mis oraciones, pero yo precisaba algo que ella tenía: una confianza indestructible en Dios. Parecía un retrato perfecto de la verdad que Dios le enseñó a Pablo cuando este le pidió que aliviara aquel problema que denominó «un aguijón en mi carne» (2 Corintios 12:7). Su petición no solo pareció ser algo imposible de conceder, sino que su Padre celestial se la negó por completo. La lucha constante del apóstol, la cual era claramente la voluntad de Dios, contenía una valiosa lección: A través de la debilidad del apóstol, podían manifestarse y perfeccionarse la gracia y el poder del Señor (vs. 9).
Cuando derramamos el corazón delante de Dios, debemos estar más interesados en conocer su voluntad que en recibir la respuesta que queremos. La gracia y el poder provienen de tal actitud.
Recordemos que no oramos para que nuestra voluntad se haga en el cielo, sino la de Dios en la Tierra.